Por Enrique Solves Leonés para 5 barricas
Ubicada en el municipio de Moixent, en la preciosa zona vinícola que algunos críticos enológicos bautizaron hace décadas como la pequeña ‘Toscana Valenciana’, se encuentra Pago Casa Gran, la bodega que goza posiblemente de uno de los entornos más bonitos de la Comunitat Valenciana, siendo un auténtico paraíso para la viña, pero también para la flora y la fauna que habitan en ella. La finca Casa Gran alberga otros bodega conocida como Benasal y que figura entre las más antiguas en la Comunitat y en la que de durante la ocupación francesa ya se producía vino, siendo una de las más grandes de la zona en el siglo XIX.
Sin embargo, 2006 supone un punto de inflexión importante para la Casa Gran: su primera vendimia con el objetivo de embotellar. La finca ya existía antes, pero solo se hacía vino de forma muy artesanal, limitada aunque de manera interrumpida. El artífice de esta resurrección fue Carlos Laso, que tras acabar su formación de ingeniería industrial, estudiar en Inglaterra y adquirir formación en empresas de consultoría e informática, decide dar el salto a la bodega familiar que perteneció a sus antepasados, ‘pilotando’ un proyecto en el que la sostenibilidad corría grave peligro. «Ya en el 2004 decido reemprender Pago Casa Gran por mi cuenta con el apoyo de mi familia, debido al aprecio que le tenemos a esa finca por todos los veranos que hemos pasado ahí», nos cuenta.
El proceso de readaptación de la finca fue duro, pues pasaron de cultivar uva, albaricoques, almendras y olivas, a centrar todos sus esfuerzos en la producción de vino. La razón de tomar esa dirección fue la posibilidad de diferenciarse de los demás al producir vino al tiempo que poder dedicar el esfuerzo necesario en la parte comercial, algo que con los otros productos agrícolas no era posible.
Además de estar ubicada en el idílico enclave de la ‘Toscana Valenciana‘, Pago Casa Gran está justo bajo, en la falda de la montaña de la ‘Bastida‘, que debe su nombre a estar coronada por los restos de un asentamiento íbero con el mismo nombre. Y es que al estar en el valle de la montaña, los viñedos ya gozan de varios ‘privilegios’. Son los primeros en recibir el agua del Valle de las Alcuzas. Además, esta finca cuenta con una variedad de suelos que va desde la tierra arenosa, a otros más arcillosos y algunas zonas de arcilla blanca pura. Esta variedad de suelos influye en la cantidad de materia orgánica acumulada y la velocidad de filtración del agua de lluvia, otorgándoles la posibilidad de ser utilizados para diversos fines, siendo los vinos de Pago Casa Gran una clara expresión de esos suelos.
Finca Casa Gran cultiva variedades de distinto tipo y origen, pero que coinciden en ser una clara expresión de los suelos donde crecen. Como variedades tintas están la garnacha tintorera, la syrah y la monastrell, además de otras variedades francesas plantadas en el año 2000 por los padres de Carlos Laso: la merlot, cabernet y la petit verdot. Respecto a las variedades blancas, crecen la malvasía, la moscatel y la gewürtztraminer. Acerca de esta última, fue importada en los años 70 por el abuelo de Carlos. Ahora su nieto se deshace en elogios: «Estamos muy contentos con ella y funciona muy bien. En un futuro nos gustaría hacer un vino más serio con esta variedad, como el que hacía mi madre en los años 70 que se llamaba Oro del Rin».
Enoturismo
Cuando se gesto el proyecto Pago Casa Gran, Carlos hizo un estudio que concluía en que en las bodegas en países “anglófonos” de tamaño similar a Pago Casa Gran, el 90% de los vinos se vendían en la propia bodega por las visitas que recibían. Y es así como esta bodega determinó que era una oportunidad y tras seis años abre de nuevo sus puertas al enoturismo, se ha preparado una experiencia totalmente única, en una bodega singular, y en un entorno que parece sacado de un cuento de fantasía.
La bodega propone dos encuentros. El primero de ellos de un nivel más básico, con un segundo pensado para profundizar en temas de la bodega y del campo. En conjunto son una experiencia totalmente enriquecedora y perfecta para un fin de semana en las bellas tierras de Moixent. Las visitas se realizarán mediante previa reserva por internet.
La primera visita que adopta el nombre de ‘Primer Encuentro’ y consta de: una explicación de los viñedos a pie de la bodega y en la sala de barricas, una cata de vinos en la sala de catas acompañada de productos locales y por último, incluye una copa de recuerdo. Tiene una duración aproximada de una hora y media y un coste de 15 euros por persona.
‘Visita Campestre’ es la segunda y se basa en: una explicación más completa de los viñedos caminando por los senderos de la finca, una cata de vinos acompañada de fiambres locales en el mirador ubicado en la falda de la colina y se entrega de obsequio una botella valorada en 9 euros. La duración aproximada es de dos horas y vale 30 euros por persona.
Con estas dos propuestas, queda claro que Pago Casa Gran tiene todas las condiciones necesarias para atraer al público a conocer este entorno tan idílico donde la bodega y los viñedos son los protagonistas, y además dando como resultado unos vinos excelentes.
Los viñedos entendidos como un ecosistema
Es curiosa la filosofía de Pago Casa Gran, puesto que después de cumplir un objetivo se proponen otro, y cuando lo cumplen, se proponen otro más. Es por eso que después de conseguir el sello Ecológico Europeo, decidieron seguir unas directrices de viticultura ecológica.Su fin era convertir la finca en un ecosistema vivo que esté funcionando y que a su vez produzca la mejor calidad de vino. Y cómo no, lo consiguieron, pero haciendo mucha inversión e implementando nuevas tecnologías. La finca posee cubiertas vegetales y sistemas de retención de aguas (para aprovechar las lluvias irregulares de la Comunitat Valenciana); los viñedos están distribuidos cuidadosamente para albergar cuanta más biodiversidad mejor. En la elaboración de los vinos utilizan levaduras autóctonas y con una mínima manipulación de pieles y uva, que se trabajan gracias a puentes grúa. Todo esto lo convierte en un proyecto completamente único.
Así es como Pago Casa Gran consigue adherirse a las directrices del Instituto Delirat de Suiza. «Para seguir esas directrices huimos claramente de la foto de un viñedo ecológico industrializado. Nosotros queremos un ecosistema vivo. Por ejemplo, no aceptaríamos ningún producto ecológico para acabar con las hierbas, eso sería muy fácil, continuista, y de esa forma no nos replantearíamos la forma de trabajo», deja claro Carlos Laso.
Si se quiere poseer un ecosistema natural en el viñedo, hacen falta dos cosas: flora y fauna; y Pago Casa Gran tiene de ambas, además en abundancia.
Para poseer flora en el viñedo, el principal ayudante es la cubierta vegetal, que actúa como una especie de piel para los cultivos, regulando y evitando cambios bruscos de temperatura para proteger así al suelo. Además, un suelo vivo es la clave para un vino de calidad, lo que también ayuda a que crezcan los hongos microrrizas que colaboran con las raíces y hacen que la vid funcione mucho mejor. En los afortunados suelos de Casa Gran no solo crece la vid, también hay árboles y flores como las amapolas, que junto con una pequeña cantidad de piedras distribuidas por todo el viñedo hacen el suelo perfecto en el entorno perfecto para que crezca la uva sana y feliz, para poder crear posteriormente un excelente vino. Todo esto se complementa con los mecanismos de infiltración del agua, controlando la erosión e incorporando así la posibilidad de dotar de agua al suelo cuando se necesite. El primer paso para conseguir un ecosistema es tener un suelo vivo, y está claro que la finca lo cumple. El segundo paso es contar con fauna, cosa que Casa Gran también cumple, y además con creces. Sus suelos son el paraíso para muchas especies de pájaros, reptiles, insectos… integrándose por completo en la vida del campo. «Al no utilizar productos químicos somos muy vulnerables a las plagas. Tuvimos una plaga de piojillos y gracias a tener un ecosistema vivo se desarrolló una población de mariquitas que se los comieron» nos comenta Carlos Laso, dejando claro que la fauna se complementa con el viñedo beneficiándose los unos de los otros.
Con todo esto queda clara la afirmación que señala Carlos como quien declara sus intenciones: «Trabajamos con la naturaleza y no en contra de ella». Todos estos factores, incluyendo la fauna y la flora, están en plena armonía lo que hace del viñedo un lugar muy privilegiado, convirtiendo la Finca Casa Gran en un lugar ideal para practicar enoturismo y aprender sobre unas prácticas poco conocidas pero muy enriquecedoras, que combinadas crean un auténtico paraíso en unas tierras sabias de tradiciones vinícolas ancestrales.